España es un país muy antiguo, pero relativamente joven en términos democráticos. Tras una corta experiencia de anarquía y caos suscitada por el analfabetismo de los años treinta del siglo XX, el país emergió en los años 70 de un largo paréntesis autoritario, pero desafortunadamente, sigue todavía sufriendo esos vestigios, en forma de una dedocracia autoritaria, donde casi todo se hace a dedo y además, de forma natural, por pura inercia. La transición no se ha completado todavía. Sin sistemas de control independientes, muchas de las decisiones de los organismos públicos y de algunas empresas privadas, derivan hacia el descontrol y la desmesura. Sirve de muy poco que el país tenga tantos catedráticos de estructura económica y al mismo tiempo, casi todos los políticos son letrados, o si se quiere, iletrados, que para el caso que nos ocupa, es lo mismo. Seguir leyendo…